Por Mariel Cirac.
Política y Opinión.
Salía del trabajo, era oscuro y manejaba despistada como siempre. La lluvia caraqueña de esa tarde se había traducido en una cola kilométrica. Sin embargo, decidí sintonizar mi estación favorita y no molestarme. Al ritmo de algún merenguetton bailaba por lo que tardé en reaccionar al oír un golpe en el vidrio del copiloto. La música pasó a segundo plano, mientras buscaba nerviosa el celular botado en algún lugar de la cartera, la cual en ese momento parecía más desordenada de lo que, acepto es. Al fin lo encuentro, bajo un poco el vidrio y lo entrego. Ser robado dos veces en tres meses no es fácil de entender y hasta las personas más calmadas se pueden frustrar. Este episodio fue cómo un detonante, esa gota que derrama el vaso de agua que a tantos nos ha hecho decir: aquí no hay nada que hacer, no sé porque yo sigo en este país! Cuando el motorizado se llevó mi celular pensé que mi próximo paso era tratar de conseguir un pasaje de avión. No fue así. Sigue leyendo